viernes, 1 de agosto de 2008

Golden, con su música para siempre

Cuarenta y tantos años después de haber sido compuesta para el público juvenil de los años 60, cuando se convirtió en un himno generacional, la canción "Boca de Chicle", con la que Oscar Golden alcanzó la cima de la fama, se escuchó en la expresión musicalmente más insólita durante la multitudinaria despedida al cantante en Bogotá el pasado 30 de julio: En la versión lírica, a cargo de Víctor Hugo Ayala.

En medio del fervor popular que acompañó los funerales del ícono musical de la época, este solo hecho bastaría para dimensionar la trascendencia alcanzada por el intérprete de éste y de otros éxitos contenidos en 17 volúmenes de larga duración, como "Zapatos Pom Pom", "Dime, Dios", "Por qué Te Vas", "Marina" y "El Cacique y la Cautiva", que le valieron una colección de discos de oro y múltiples reconocimientos internacionales.

¿Qué más pertinente modo y justo motivo para decirle adiós al hombre que contagió de alegría y ritmo a Colombia y sus alrededores, que entonando sus canciones, como ahora lo hizo su audiencia antes, durante y después del funeral?

La evocación de toda una época se avino no sólo con su repertorio, sino, inclusive, con llamativas minifaldas, necesariamente negras para la ocasión, de unas cuantas de aquellas fans que lo siguieron, lo suspiraron y que ahora lo despedían, como Marina Grisales, hermana de la diva Amparo, y por entonces una de las integrantes del grupo coreográfico de Las Vitaminas, cuyas minúsculas prendas y contoneos desafiaron por aquellos tiempos de rigor y austeridad en el vestir de la generación que antecedía a la Nueva Ola.

El sentido adios a Óscar Golden convocó masivamente a todos los matices y actividades del mundo del espectáculo: Empresarios, presentadores de televisión, disc-jockeys, camarógrafos, locutores, periodistas, actores, humoristas, actrices, publicistas, microfonistas, ingenieros de sonido, cantantes de antes y de ahora, pero sobre todo a una multitud impresionante, cuya devoción y entrega al acto de despedida le robó la trascendencia a otros duelos y a otros muertos del día en los alrededores de la Capìlla de Cristo Rey. A juzgar por la desbordada manifestación popular, entre los más de cien ciudadanos que debieron expirar en esta urbe de casi nueve millones de almas, el único fallecido el miércoles 28 de julio pareció haber sido el intérprete de "Boca de Chicle".

Hecho previsible fue cómo, sin tiempo suficiente para preparar sus libretos o para documentarse sobre los revolucionarios alcances culturales de los años 60, muchos de los jóvenes reporteros enviados por las cadenas de radio y de la televisión para la cobertura en vivo de la ceremonia, se vieron a gatas para identificar a los muchos protagonistas de aquellos años, presentes en el funeral.

Dolientes de la segunda e inclusive ya de la tercera edad, que durante casi dos días se apostaron en la sala de velación y en los alrededores de la iglesia de Cristo Rey, al norte de Bogotá, se constituyeron en la mejor fuente de información de los reporteros para poder identificar y entrevistar a las estrellas del ayer, ya en el ámbito propiamente musical como del teatro, del cine, la TV o la radio.

Como si se tratara de un auténtico milagro, muchos de los personajes que el mundo de entonces creía desaparecidos, fueron saliendo de la penumbra rumbo al féretro, ante la sorpresa y la incredulidad de sus seguidores de otrora, ansiosos por obtener un autógrafo o una fotografía para la posterioridad. Entre aquellos ilustres hoy desconocidos, se contaron actores como Hugo Pérez, de 88 años y Fabio Camero, de 80, y el legendario animador de concursos Julio E. Sánchez Vanegas.

Rostros y protagonistas de carreras famosas, confundidos entre la multitud, fueron reconocibles apenas a fuerza de escucharse entre ellos mismos sus efusivos saludos de reencuentro, que hacían de viva voz, como los cantantes Víctor Hugo Ayala, Álex, Pablus Gallinazus —el autor de "Boca de Chicle"—, Harold, Luis Gabriel, Jesús David Quintana, Cristopher, Juan Nicolás Estela, el teclista Pacho Zapata y muchos otros que tienen su nicho propio en la historia musical y artística del país.

Lugar de preeminencia correspondió a Esperanza Acevedo, la muy popular Vicky, quien sin haber sido su esposa, acompañó a Golden hasta el último suspiro. Con desvelo de madre, hermana y mejor amiga, la cantautora e intérprete de éxitos como "Llorando Estoy" frenteó el drama final del ídolo con una abnegación y solidaridad reconocidos en la actitud del público presente, que no cesó de aclamarla y de requerirle autógrafos. Suerte ésta que en algo debió mitigar el duelo de "la marida", como le llamó siempre el ídolo desaparecido. Papel también relevante desempeñó el cantante Billy Pontoni, su amigo y partner de giras y conciertos.

El adjetivo dulce podría sonar algo frívolo o trivial para describir la voz melíflua de Isadora, pero en verdad más que dulce y sobrecogedora resultó su interpretación en los albores de la homilía, en la que terció el rumor de trueno de Víctor Hugo Ayala al ejecutar poco después el "Ave María". Fausto se hizo sentir con la "Oda de la Alegría", que acabó de conmover a los ya estupefactos feligreses.

A la salida de la capilla, el canto general reafirmó su homenaje con "El Cacique y la Cautiva". Delirantes, algunos espontáneos levantaron fotos, afiches y hasta el primer LP del ídolo ausente. Otros, más acuciosos, hicieron llover una tempestad de flashes sobre la apretada calle de honor hacia la plazoleta, donde lo aguardaba un imponente, extralargo. silencioso y exclusivo Mercedes Benz color vino tinto, diseñado para andar a 20 KPH y cuyo inevitable defecto de fábrica está en su caja de velocidades, pues carece —contraria o precisamente— de aquel mecanismo que sirve para poner en marcha la memoria de los fans: La reversa...