miércoles, 19 de diciembre de 2007

Desenlace en el Centro Comercial

Sin haber despertado la menor curiosidad a lo largo ya de tres semanas, bajo las telarañas de un acreditado establecimiento del Centro Comercial F... hay todos los indicios de una masacre cuya consumación seguirán ignorando de plano la Fiscalía General de la Nación, el Defensor del Pueblo, la Cruz Roja Internacional, la prensa y la opinión pública.

Ausente la mirada, al rape sus cabezas, desnudos, la suerte de las quince anatomías inertes debería sobrecoger también al verlas en pilastra, como si tan sólo tuvieran que aguardar el golpe de gracia de algún pirómano al acecho.

Por cuanto en su estado ni en su expresión hay los mínimos síntomas de violencia, con una pizca de imaginación y otra de sensibilidad hasta podría pensarse que así terminan los condenados a la cámara de gases.

Ahora, presumir que éste es simplemente un trágico final más, sería tanto como legitimar la fatalidad de estos divas y galanes que por veinte años fueron el motivo de la atracción general del público y parte de la clave para una exitosa gestión empresarial que dio sustento a toda una generación de trabajadores.

“¡Arrogantes hasta en la desgracia!”, podría ser en cambio la enconada reacción de quienes, socialmente menos favorecidos, hubieran visto en su proverbial apostura y elegancia a un excluyente prototipo del consumismo. Asunto de interpretación, pues, muy por encima de este desenlace, sus gestos denotan más bien un cierto regodeo que en el fondo pareciera responder a la misión cumplida.

Detalle bien particular aquí consiste en que estos NNs, cuyas apariencias oscilan entre los veinticinco y los cuarenta años, no responden a las características de ningún desaparecido. Además, por obvias razones, los vecinos y mucho menos los transeúntes han instaurado —y con toda seguridad no van a hacerlo— denuncia alguna al respecto. Por lo mismo, tampoco para nadie será de extrañarse que durante la remoción de los cuerpos ni aún los inevitables curiosos sirvan de marco a la diligencia.

No obstante, llegada la fecha, habrá que armarse de valor contra la conmoción —factiblemente hasta el desmayo— de Jorge Del Castillo y de sus herederos, ausentes del país por ineludibles “razones de seguridad”. Los primeros desvelos del clan, adquirir a plazos el local 127, habían comenzado hacia noviembre de 1978 y a rendir sus mayores frutos hace unos seis años bajo el esplendor de The Castle Fashions, donde ahora el Ángel Exterminador de la recesión económica no dejó en pie ni siquiera a estos quince maniquíes.

moc.oohay(a) aremamal
cdatogob

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