miércoles, 19 de diciembre de 2007

Todo por el futuro de los hijos

—¿Yéil, dices, hijo mío?
—No, padre, con “J” y con “a”. Como está en el papelito: “Jail”. Así suena como más agraciado. Y además, ¿no le parece original, Su Reverencia?
—¿Y tan seguro estás de querer bautizar así al bebé?
—Tan seguro como que hoy es domingo 3 de mayo, Padre.
—No olvides que hay sacramentos que se reciben sólo una vez en la vida: El Bautismo, la Confirmación, y salvo en la viudez, el del Matrimonio...
—¿Y con eso qué me quiere decir, Padre?
—Con eso quiero hacerte ver que si luego te arrepientes del nombre que escoges para tus hijos, ya no habrá otra oportunidad de volverlos a bautizar. Distintos, raros o no, así van llamarse de por vida. Mira bien a lo que le apuestas...
—¿Sabe que no es la primera vez que le apuesto a lo distinto? Mire que el mayorcito se llama Jimmy. También con “J”. No conozco otro desde Topaipí hasta La Belleza. ¿Qué opina, Padre?
—¡Ni más faltaba que, a pesar de la inconsciencia de esta otra criatura, no tuvieras derecho a elegir el nombre de tus herederos!
—Y de paso a que vayan teniendo algo para el futuro, ¿cierto, Padre? Si no un pedazo de tierra, por lo menos sí aspiraciones. Por mí, que llegaran a ser gringos...
—¿Gringos? ¿Y eso de dónde acá y cómo?
—Pues, sí, Padre, porque así como están las cosas en Colombia, y eso me lo han aconsejado bastante, de aquí a mañana toca emigrar lejos, y... ¿quién quita que con suerte también lo del nombre ayude?
—Pero, son ya ocho críos, ¿no es cierto? Y precisamente porque la situación está como está, y sobre todo con tanta prole...
—Sí, Padre, pero a lo hecho, pecho. El segundo, por ejemplo, se llama Will.
—Ya. ¿Y tú, niña? Tienes unos ojos muy lindos...
—¡A esta le comieron la lengua los ratones! Se llama Silly.
—¿De veras, como “silla”?
—¡Ay, las cosas que se le ocurren a Su Reverencia!
—Jail, Jimmy, Will, Silly... ¿Y los hermanitos que no quisieron entrar al despacho? Como que también son bastante tímidos, ¿no?
—Un poco, sí. Pero, mire que a mucho orgullo, y que se sepa, la tercera tampoco tiene tocaya: Slime.
—En cristiano sería como decir... ¿Zulma? ¿Zulema? Y después, ¿quién sigue?
—¡Ah, pues el consentido de mi suegra! Será por lo callado. Ese criaturo sí que es un alma de Dios: Tared. Inclusive, dizque es el vivo retrato mío.
—Angelito y todo, pero “¿Pared?”. ¿Cómo si se tratara de una física tapia?
—¡Noooo, Padre! Con la “T” de toro. O sí, de tapia, como usted dice: T-a-r-e-d.
—Entonces, ese parecería tener más de árabe que de gringo...
—Y luego nació Youlets. En este caso sí con “Y”.
—Otra niña, me imagino.
—Con ella son tres mujercitas. Y a la última, como para variar, la pusimos Chair.
—¿Shair? ¿Con “Sh”? Medio hindú, paquistaní... ¿o qué?
—No, Chair.
—¿Chair?
—Sí, Padre, con "ch". Como charlatán, como cháchara, como chanza...
—Suficiente ilustración, hijo. ¡Y mientras la chanza no sea pachuna...!
—¡En serio, Padre, alguien que sabe de esto me ha dicho que ese nombre se las trae porque se las trae!

Unos diez años después de aquel coloquio en la casa cural de su pueblo en Boyacá, y muy lejos de allí, Munisalvo Tibocha, un campesino de 63, aún no logra asimilar las consecuencias de un largo titubeo que derivaría en una deuda de palabra, relacionada con su laboreo en la mina de esmeraldas, y que contrajo aún soltero. El acreedor, Michael Green, no ha sido otro que su posterior compadre múltiple, el afable extranjero espigado, de ojos azules y precario español de la región de Muzo, que lo inducía al sueño americano a fuerza de proponerle: “Tumercé deber mirar al futuro. Para eso, darme muchas esmeraldas, luego yo recibirte en Estados Unidos, enseñarte inglés y negociarlas. ¡Estarás muy riquísimo, que podrás sentarte a esperar la muerte!”.
Vueltas que da la vida, tras una ambigua y prolongada secuencia de disputas mafiosas por gemas y cocaína más el asesinato de un policía durante una redada en Miami, ahora con Green inocente y con Tibocha no sólo inexplicablemente involucrado, sino además culpable, éste apenas ha venido a descubrir que los nombres recomendados para sus hijos y las promesas sobre un dorado porvenir en Norteamérica no eran más que la venganza anticipada del certero humor negro del visionario míster.

Ante un sosiego imposible, hoy Tibocha trata en vano de entender que el nombre de Will, su segundo heredero, estaba inspirado en que will es en verdad el futuro, sólo que del verbo en inglés. Por si las dudas sobre la perfección de la trama urdida por el gringo, Tibocha recuerda que al final del trayecto a Tallahassee avistó en letras de molde el nombre de Jail, y entonces le fue explicado que traduce cárcel, y donde semanas después su compañero de celda, casualmente alias "Jimmy", lo fastidió calificándolo de "¡Silly!", hasta hacerle caer en la cuenta sobre su condición de ¡tonto!.

Respecto de Youlets, la asociación del nombre de su penúltima hija con la fatalidad le tomó varias semanas al reo. "You... Let's go!", le ordenó la primera vez el guarda de turno a un aterrorizado y confundido Tibocha mientras lo señalaba con el dedo índíce. Gracias a la hora semanal de sol que recibe en el patio de la reclusión, el sindicado sabe ya que el imperativo corresponde a "Usted... ¡vamos!".

Como si lo anterior fuera poco, a ello ha surgido la reiterada voz de condolencia y reflexión por parte del capellán cubano de la prisión, quien, con la Biblia como fundamento, lo exhorta a perdonar y olvidar que Slime y Tared —el "vivo retrato" de su padre, según él mismo siempre lo percibió— significan respectivamente barro y tarado.

Empero, hoy el mayor tormento de Munisalvo Tibocha es la certeza sobre el terrible y a la vez irónico equivalente de su tierna y mimada Chair, nombre cuya traducción no es otra cosa, por supuesto, que la de silla, en este caso la eléctrica, que lo aguarda en un futuro, ese sí cercano...

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